viernes, 3 de septiembre de 2010

Tristeza


Imagen: http://web.blogs.clarin.com/bienestar/files/tristeza.jpg


Ana O'Callaghan

Una lluvia lenta de sudor cansado.
Un estanque tibio de saliva vieja.
Pulso quebrado, epiléptico, afincado contra el ritmo infame de la cotidianidad.

Millones de besos sueltos, regados.
Perlas de plomo, sucias, irreconocibles.
Baratas y caras juntas, plástico y oro.
Ya no importa, la mugre no deja ver.
Collar pesado que exprime la femme joroba fatale.

Pintura resquebrajada desde la mezcla.
Húmeda se sigue rompiendo sin ser nunca pared.
Anciana desde el feto.

Un azul genético irremediable.
Bailar con el mar vivo mientras atardece y las sombras y el agua y la arena y la espuma 
cantan una historia muda y eterna. 
Mi coartada, mi cómplice.

La silla y los pies se hunden poco a poco en la tierra.
Arden las heridas en las plantas que no sanan nunca.
Maldita sea, no sanan nunca.
La piel del agua no se deja acariciar.
Un momento y ya.

Y todo esto porque me choca la palabra lágrima.
La palabra llanto me desespera.

Quisiera deshacerme con elegancia en un poema y listo.
Me rindo.
Cada mínimo parpadeo es una sublime esperanza que se desbarata al segundo.
Cada paso más hondo, cada golpe más fuerte.
Cualquier cosa que no esté untada de tí, asesino, silueta invisible, es un vacío asmático.

Ya no tengo tanta paciencia. Ya no estoy jugando.

De espaldas al sol, hace tiempo, descubrí un camino.
Era sólo mi sombra.

Ahogada en ese líquido asqueroso, toneladas de dijes cavan la tumba del juego.

El juego se acabó.







Es tu turno.