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por A.C. O'Callaghan
Hay que llenar de humo
este cuarto vacío que no tiene paredes.
Mi mente hace
mucho ruido cuando piensa.
Puede uno imaginarse
paredes dentro del humo.
Mis ojos son muy
insolentes cuando ven.
Pudiese creer que
hay alguna cosa allí.
Mi piel es muy
pesada cuando siente.
Pudiese terminar
aquella habitación en alguna parte.
Sólo si hay humo,
pudiese una esquina
sorprenderme.
Sin humo hay claridad y
ceguera,
y mi garganta es muy
insólita cuando grita.
Soy adicta a la
estupidez.
Para que alguna cosa
muera,
aquello que amo debe
amarme a mí.
Tenemos que acabarnos;
la cosa que amo y yo.
Mis pies son
muy tontos cuando pisan.
Quizás todos hemos
muerto ya.
Para poder amar.
Olfateo dentro del
humo los ecos de la vida que fue,
creyendo que viene.
Qué escándalo este
humo ebrio sin rostro ni espalda.
Hay que llenar de humo
el cuarto sin paredes.
Para olvidar que no hay
puertas, ni ventanas, ni cerrojos.
Deja que la sombra del
fantasma del amor se esconda allí.
Déjame pensar incluso
que uno pudiese encontrarlo.
Sin proponérmelo.
Mis manos son
muy crueles cuando agarran.
En la adictiva y
monótona planicie sembrada de flores que Clarissa ha
comprado ella misma,
hay que hacer
esculturas de humo.
Engendrar duendes
traslúcidos que sonríen,
bailan y silencian todo
menos el hipnótico ruido de la nada.
A veces brilla una luz
dentro del humo.
No se qué hacer con la
luz.
Porque mi pecho es muy
deconfiado cuando respira.
La verdad me molesta.
La rehabilitación me
purifica y me humilla.
Un niño de humo me
mira y me juzga.
Golpea mi rostro.
Llora.
Se esconde en un
armario.
Porque sus hombros son
muy sinceros cuando duda.
Sueña con otro mundo y
me da otro nombre.
Yo tenía que soplar el
humo lejos de la habitación.
Pero mis labios son muy
malcriados cuando rezan.
-Yo nunca fui así de
estúpido- dice el niño.
-¿Desde cuándo eres
así de estúpido?- dice el niño.
-Detén toda esta
estupidez- dice el niño.
Ordena tu cuarto.
Su voz es transparente
cuando canta.
No se dónde termina el
cuarto.
No tiene paredes.
Al niño de humo no le
importan mis razones,
e implacable, desenrreda mi cabello.
Va por el laberinto fotografiando siluetas.
Porque mis pesadillas
tienen forma de pinceles.
Su alma se convierte en
lluvia cuando muere.
El humo se convierte en
alma cuando llueve.
2 comentarios:
Hace un tiempo que vengo siguiendo el humo, y cada día es diferente. Bellas palabras... Saludos
Gracias Eli, por pasear por acá. Un saludo para ti.
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