lunes, 7 de junio de 2010

Last Chance: Explo-Reflexión Cursi

Imagen: http://www.machka.net/usa/24h_lcride.htm
Ana O'Callaghan

Last Chance Harvey.

No se por qué últimamente me ha dado por ver películas cursis.

Lo siento, es así; como cantar con un guitarrista improvisado en una grama. Cursi. Me encanta.

Estoy cursi. Con esta peli, no fue que lloré, pero no podía evitar pensar que no estaba viendo una película sino leyendo el diario de cualquier persona. Así mismo, cualquiera. Los encuentros se producen cuando dos personas que se sienten excluidas se soplan la nariz y se ofrecen un clínex – o kleenex - (¿cómo será el plural de clínex? - Irónico eso, clínex no tiene plural, es para uno, si hubiese dos, no hubiese clínex)...(esto del clínex no pasa en la peli, pero como si pasara.)

A lo que iba. Despejar el entorno del ruido y atreverse a entender la soledad. Sólo con esa lucidez se puede salir al encuentro de otro.

Última oportunidad. Cómo identificar las oportunidades. ¿Cuántas veces no habré puesto la torta ya, sin saberlo? ¿Cuántas cosas he hecho bien? Una incertidumbre imposible de anestesiar. Pienso que allí es cuando ya no es el diario de cualquiera. Cuando comienza la historia a despegarse de uno cual curita y la ves allá, como algo que pudo haber dolido, si te pasara a ti. Algo que quiere doler así. Ojalá a uno le dolieran algunas cosas así. Ojalá algunas dolieran menos.

La única oscura y difusa certeza dentro de mí es que no voy a ser feliz, de esa forma. Como en las películas. No es pesimismo. Nunca puedo evitar pensar en el minuto después de los créditos. En el siguiente paso de esas vidas adoptadas luego de terminado su paseo por mi imaginación. Cómo ser feliz en el minuto ciento veintiuno. Hay algo programado en mí, un gen, que me obliga a reaccionar siempre. Huir, seguir buscando, vivir la tragedia épica y la desilución simpática y la tristeza conocida.

Quizás me pase como a Harvey, quizás la última oportunidad tenga la elegancia de anunciarse como para que uno se entere y no la deje ir. Por aquello de ser la última, quizás algo se dispare en el corazón, una especie de alarma. Ojalá.

Mientras tanto uno trata de no pensar en eso. La idea romántica, tallada en la nostalgia infantil. Qué difícil esto del amor. ¿Qué mirada, movimiento o palabra revela el camino invisible? El libro falso de la inmensa biblioteca que abre el pasadizo secreto. ¿Qué tan conciente debería estar uno al respecto? ¿Cuál es la dosis correcta de cotidianidad y practicidad a la cual someterse mientras se aspira a la honestidad?

Se que he dejado oportunidades pasar. El designio esquemático de la vida sabrá responder por eso. Digo yo. Si no, aprenderé a tocar guitarra finalmente, para cantar a gañote cursi pero con estilo. Y alguien, digo yo, acabará por pasarme un clínex.

Por cierto, contrario a lo que pueda parecer, estaba bien contenta cuando escribí esto. No se, me pareció importante decirlo.
 

2 comentarios:

Caque dijo...

Hay una película que describe a la perfección esa sensación que describes del minuto 121, cuando termina la proyección.
"La Rosa Púrpura del Cairo" de Woody Allen.
Chek it out!

Ocalannie dijo...

Thankiu my darling Cake, I will again. La vi cuando era chiquita y no tenía demasiado uso de razón. Gracias por pasarte por acá.