viernes, 21 de mayo de 2010

Ella en la Tierra de Tún

Ana O'Callaghan


-1-

Dos diminutos pajaritos revoloteaban entre la nevera y el armario de la cocina. Ella jamás los vió. Cuando acudió para presenciar el evento, ya se habían marchado, probablemente a ocasionar el mismo milagro de la inspiración en otra parte. Más tarde ella reflexionó que no había sido el hecho de los pajaritos, sino el que el señor aquel hubiese dejado todo lo que estaba haciendo para llamarla por su nombre para que fuese a ver los pajaritos. Eso fue genial.

Cuando regresó al lugar de donde se había marchado, permaneció algunos momentos parada intentando reconocerlo. El sentimiento que siempre le había producido aquel lugar no estaba, era otro; por eso le costaba tanto creer, así aturdida, que aquel era el sitio correcto.

Decidió sentarse, pero luego ya no quiso más estar sentada. Caminó, al cabo de un rato permaneció inmóvil, luego llegó a la conclusión que caminar era más fácil que estar parada.

Había sólidos bloques de madera de distintos tamaños colocados por toda la habitación, también había otras formas geométricas de diferentes materiales y mil colores. Todo en apariencia era normal, todo estaba tal y como lo había dejado momentos antes. Se subió a su bloque de madera favorito, enorme, y observó todo el parque desde las alturas. Comenzó a escuchar.

Sentada allá arriba, la brisa, con algo de llovizna, golpeaba su rostro. El usual “tap, tap, tap” que venía siempre desde dentro de los bloques se mezclaba con el de la lluvia sobre su superficie. Intentó escuchar más atentamente. Quizás como resultado de la misma lluvia logró identificar un sonido que nunca había escuchado antes allí, seguía siendo la lluvia, pero ahora caía sobre otro tipo de superficie, una corriente de agua, quizás.

Ella se sorprendió al concluir finalmente que debía tratarse de un río. No había ríos allí. El “tap, tap, tap” de los bloques se había vuelto más fuerte también. Descendió, y al llegar abajo se dió cuenta de que el piso de mármol blanco había desaparecido, en su lugar había una especie de césped de mentira, como el que hay en los clubs de playa. Ella estaba empapaba. Se puso a seguir aquel ruido de agua fluyendo, no sabía por qué, más y más adentro de aquella, ahora irreconocible habitación. Miró hacia arriba buscando el familiar techo blanco agrietado pero en su lugar había cielo y nubes de donde caía la lluvía, pero claro, entonces recordó que nunca antes había llovido allí. Nunca nada había roto ese perfecto equilibrio imaginado.

El “tap, tap, tap” había llegado ya a niveles evidentemente estruendosos que se confundían con la voz del río que tanto quería encontrar. Mientras corría, se distrajo observando un enorme paralelepípedo rosado de contextura frágilmente gelatinosa, y chocó contra un muro enorme de madera.

Al recobrar el sentido se encontraba tendida sobre la falsa grama, boca arriba, observando estupefacta el gigante cubo de madera con el que había chocado. La confusa tormenta continuaba, pero ahora el temor ya se había apoderado de sus sentidos y era incapaz de moverse. Solo podía escuchar el amenzante “TAP, TAP, TAP” que provenía de la enormidad que tenía ante sus ojos. El cubo comenzó a temblar. Ella cerró los ojos, esperando que quizás se desmayaría, y despertaría más tarde para encontrarlo todo en su debido lugar. Y sí, efectivamente, y como era de esperarse, considerando todo lo que la pobre había pasado, se desmayó.

-2-

Despertó, pero aún no se atrevía a abrir los ojos. Se sintió muy caliente; su ropa estaba empada de sudor. Extendió sus brazos hacia los lados y sintió que todavía estaba acostada sobre el césped. Sintió con más cuidado y decidió que ya no era césped falso; había tierra debajo, pequeñas hormiguitas caminaban ahora por sus extremidades, ignorantes de que su presa ahora yacía consciente.

El calor y la tierra la hicieron sentir más segura y se dispuso a abrir los ojos. Sabía que ya no llovía, que el ruido del agua y de los bloques habían desaparecido. Si sólo fuera porque la superficie en donde se encontraba no era el frío mármol de siempre, hubiese jurado que todo había sido un mal sueño. Pero el césped real que pinchaba su piel le decía que cuando abriese los ojos, no todo sería como esperada.

Ocurrió. Los párparos temblaban ligeramente mientras las pupilas se adaptaban a… ¿la oscuridad?... toda la sensación y el clima de aquel lugar la habían convencido que que se encontraría con una luz brillante y cegadora. El terror regresó ineludiblemente. Se puso de pie, tratando de buscar algo con que apoyarse, pensando inocentemente que el enorme bloque – último recuerdo – estaría allí en frente, a sólo unos cuantos metros. Caminó varios dudosos pasos hacia delante… nada… algunos más… nada, sus brazos seguían extendidos tratando de encontrar algo…nad.. ¿qué?, sus dedos ahora tocaban algo: una superficie rugosa y con infinidad de surcos. La poderosa mano se cerró sobre la suya y una voz en forma de risa, ni simpática ni macabra, dijo:

- “Ven.”

A ella no le dió tiempo para pensar. Aquel ser la haló por el brazo y el césped se acabó; ahora sólo caía interminablemente por las tinieblas.

- “Decide.” - Dijo la criatura.

La jovencita sólo pudo emitir una especie de gruñido confuso e histérico como única respuesta.

- “Decide en dónde vamos a aterrizar” – volvió a repetir la voz – “Si no, caeremos para siempre…”

Varios segundos después de esta lógica explicación, el abrupto golpe de agua aturdió sus sentidos momentáneamente, luego, el líquido llenó su nariz y reaccionando nadó hacia arriba buscando respirar. Entre lágrimas y estornudos lograba mantenerse a flote. Al cabo de varios minutos aquella risa sin cuerpo, tomó nuevamente de la mano y parecía arrastrarla por la corriente hasta un lugar más llano en aquel extraño estanque.

- “Hoy, me llamo Tupash… no significa absolutamente nada, además es sólo por hoy… veo que no tienes nombre…”- comenzó la criatura.

La primera genial respuesta que a ella se le pudo ocurrir en medio de aquel caos no fue otra que:

- “¿Cómo puedes VER, que no tengo nombre?, además aquí no se puede ver nada…”
- “Primero, no preguntes bobadas niña y segundo, lo de la luz lo podrás solucionar en algunos instantes, como decía, no tienes nombre, dado que estamos lo suficientemente mojados como para encontrarnos en una situación, digamos, bautismal… te llamarás… Tún” dijo atrevidamente Tupash.
- “No creo que me quiera llamar Tún, además…”
- “Te llamarás Tún, y no preguntes bobadas.”
- “pero…”
- “Tún! Además no significa absolutamente nada…” – y con esto la risa de la criatura llenó el espacio infinito y poco a poco se fue alejando hasta que al cabo de un momento sólo el eco sobrevivía.

-3-

Tún, – llamémosla Tún – observó cómo poco a poco la oscuridad fue desapareciendo y el líquido resplandecía pacíficamente a su alrededor… era lo único que había a su alrededor. Estaba parada en una pequeña isla sumergida bajo el agua algunos centímetros, y lo único que se veía era agua por todos lados. Fue entonces cuando cayó en cuenta que también Tupash había desaparecido, bueno esto no le constaba porque jamás lo había visto… lo llamó varias veces por su nombre pero nunca respondió.

¿Qué habría de hacer ahora allí, atrapada en una inmensidad de agua y cielo? Cielo…, miró al cielo y vió que no era cielo. Lo que había arriba era un, también interminable, techo de madera.

Justo cuando comenzaba a preguntarse que haría ahora , un gran “Blup” de su lado derecho hizo que volteara. Vió entonces, flotanto tranquilamente, un barquito de papel blanco de tamaño natural. Sin pensarlo mucho nadó hasta él y con algo de dificultad logró subirse. Quizás alguna parte de ella pensó que el barquito comenzaría a navegar automáticamente hacia un destino… pero no fue así. El barquito permaneció flotanto alrededor del sitio de donde había surgido.

Tún permaneció varias horas sentada en la popa del barco observando el agua, era densa y oscura, prácticamente no se podía ver a través de ella, tampoco se podían ver los reflejos, sólo el brillo de la luz y las sombras del barco y de ella.

Alguien suspiró. Tún dio un brinco de sorpresa y de inmediato la familiar risa de Tupash se volvió a oír.

- “¿Dónde estás? – Dijo Tún algo molesta.
- “¿Aquí abajo queridita…”
- “¿Dónde?”
- “Me has estado observando el rostro por horas y aún no me reconoces…”

Al escuchar esto, Tún se asomo nuevamente por la borda en el mismo sitio donde había permanecido hasta sólo hace algunos segundos. Allí flotaban su sombra y la del barco.

- “¿Estás bajo el agua Tupash?” preguntó Tún comenzando realmente a fastidiarse.
- “¿Cómo podría verte desde debajo del agua?, ¿ves tú lo que está bajo el agua?
- “no, pero…”
- “Y no sabes que lo lógico es que si yo te puedo ver a ti, tu también puedes verme a mi…”
- “Entonces no me estás viendo!!” Finalmente grito Tún fúrica.
- “¿Por qué? – Pregunto irónico el otro,
- “Porque no te veo”
- “VE MEJOR”

Entonces Tún se concentró muchísimo con su mirada fija en su sombra y la del barco, pero realmente no podía ver más nada. ¿Dónde demonios estaba ese bicharraco? Allí sólo estaban las sombras oscuras e impenetrables del barco y ella… derrepente, en un inconciente chispazo de genialidad dijo:

- “¡Eres la sombra!”
- “Bravo, ahora que nos entendemos mejor te puedo sugerir que hagas algo con el estúpido barquito que encargaste, o sólo estás aquí para tomar el sol”
- “No hay sol, el cielo es de madera”
- “No digas boberías”
- “Todo lo que digo es una bobería”
- “Así parece.” - y con esto Tupash soltó una gran carcajada que curiosamente fue menos fastidiosa y más simpática. – “Soy yo quien te hace preguntar tantas boberías, boberías que sólo la oscuridad te permite preguntar, boberías que no te voy a responder… pero es mejor que yo esté aquí para que preguntes, a que no… ¿verdad?”
- “…erm, uhú…”
- “Bien, el barco, ¿probaste en todas las direcciones?
- “Bueno es que no sé cómo moverlo…”
- “Necesita impulso, boba”
- “¿Cómo le doy impulso si estoy en medio del océano?”
- “No es el océano realmente…”
- “¡Lo que sea!!”
- “Tún… eres realmente boba” Tupash rompió a reir nuevamente y la sombra desapareció.

Ahora estaba realmente molesta. No sólo Tupash no respondía sus preguntas, sino que la insultaba y además no la ayudaba para nada. La frustración era incontenible, se sentó en el piso del barco y con sus dos puños cerrados lo golpeó. En ese preciso instánte el barquito se sumergió completamente bajo el agua e inmediatamente volvió a subir. Tún estaba atónita... ¡y seca! Era como si debajo del barco hubiese un larguísimo tubo que la protegía del agua. Impulso, claro, “todas direcciones”, no podía ir hacia ningún lado porque no tenía remos, tampoco podía volar, solo quedaba ir hacia abajo. Al llegar a esta brillante coclusión, Tún dio un enorme brinco y cayó con todo su peso sobre el piso del barco, con lo que el frágil papelito se sumergió rápidamente bajo el agua, y como succionado por una gran aspiradora, continuó bajando hasta los confines más profundos de ese océano… o lo que fuese.

-4-

Cayó sobré una superficie cubierta de plumas blancas, el barquiro, que se había convertido en paracaídas la cubrió completamente unos segundos después. Logró salir de debajo de la enorme hoja de papel y la observó con cuidado. No podía ser la misma, la otra estaba vacía, blanca, esta tenía palabras escritas, de hecho la tinta la había manchado un poco la cara y el cabello. Sentía que Tupash estaba allí en algún sitio, quizás en la oscuridad de aquella tinta y aquellas palabras. Las reconocía aunque no las había escrito, no aún.

Miró hacia arriba. El techo seguía siendo de madera. Miró hacia abajo, el piso lleno de plumas. Estaba segura de que en algún lugar debajo de esas plumas habría alguna otra manera para seguir bajando.

Intentó quitar una de las plumas del piso y toda la habitación comenzó a moverse. Las plumas estaban pegadas y cada halón parecía ocasionar una gran conmoción terrenal. Escuchó un aleteo y de en medio de una nube de plumas un curioso ojo se abrió para verla. “Pip, pip, pip”, decía el enorme pájaro y la miraba. Ella asustada no sabía qué hacer y se aferró con más fuerza a la pluma que sostenía. “Pip, pip, pip” Respondió otra enorme cabeza del otro lado de la habitación. Los Pájaros se vieron y al unísono comenzaron a golpear las paredes de la habitación con sus picos: “tap, tap, tap… tap, tap, tap”.

El sonido despertó algo en la memoria de Tún, ¿sería verdad? Se acercó a la cabeza del pájaro y se quedó parada frente al enorme ojo que detuvo su “tap, tap, tap” mientras el otro continuaba solo. Se vieron, el pájaro y Tún se vieron. En este reflejo, Tun se reconoció y comenzó a recordar su nombre -quizás lo escuchó a lo lejos- el de verdad, el que tampoco significaba absolutamente nada pero que era de ella. En un impulso el pájaro comenzó a volar, el otro siguió su ejemplo y las paredes de madera se desmoronaron a su alrededor. Ella se asomó otra vez a la pupila del ave, y desde la negrura Tupash le sonreía, no lo podía ver claro, pero sabía que Tupash estaba allí en la negrura… sonriendo.


- - -

Dos diminutos pajaritos revoloteaban entre la nevera y el armario de la cocina. Ella los quería ver. Cuando acudió para presenciar el evento, ya se habían marchado, probablemente a ocasionar el mismo milagro de la inspiración en otra parte. Más tarde ella reflexionó que no había sido el hecho de los pajaritos, sino el que el señor aquel hubiese dejado todo lo que estaba haciendo para llamarla por su nombre para que fuese a ver los pajaritos. Eso fue genial.

No hay comentarios: