domingo, 16 de mayo de 2010

Steven Berkoff: el látigo de la palabra


Ana O'Callaghan

No es sencillo intentar explicar la sensación que produce el acercamiento a Berkoff. A través de dos piezas, diferentes en temática y parecidas en forma, se puede apreciar la apasionada violencia que las caracteriza a ambas.

En “¡Hundan el Belgrano!”, obviamente nos encontramos frente a una denuncia directa a la administración de Margaret Thatcher y su papel en el desarrollo de la guerra de las Malvinas, acontecimiento ampliamente criticado en el mundo entero. El estilo de la pieza es muy violento, utiliza una sátira aguda para atacar a todos los personajes, caricaturas de personas de la vida real, para exponer lo ridículo y trágico de la situación. Salta a la vista cierta relación con “Ubú, Rey” de Alfred Jarry, por el tono agresivo que utiliza y por la presentación de los personajes casi como “esperpentos” de sus pares reales. Esta lectura trae a la mente imágenes grotescas que por su misma monstruosidad conmueven y desestabilizan, generando la misma indignación y rabia que, se puede asumir, siente el autor. En este sentido, lo político está extremadamente presente en forma de protesta civil y artística ante la barbarie cometida. Es brutal la forma en que se expone la frialdad de los británicos, la inocencia infantil de los marinos y la absoluta falta de determinación de aquellos que pueden evitar el desastre. Ante un conflicto bélico tan relativamente reciente uno no puede dejar de agradecer la libertad que otorga el teatro para opinar y manifestar algo que en otros tiempos hubiese sido censurado o eliminado con toda seguridad.

El papel del teatro político tiene el poder de hablar y gritar deslastrándose de toda diplomacia. Berkoff nos provee en esta pieza de una mirada crítica y sentida sobre los acontecimientos, nos hace reir para no llorar. Pero esta risa está cargada de la violencia tensa de la indignación, la ironía de protección ante la verguenza y la amarga incredulidad de la impotencia. Revela cómo la sociedad es víctima de la manipulación, si un líder, es víctima de la manipulación. Así mismo, nos habla de cómo no estan delimitados los márgenes de la humanidad, de la caridad. La pieza acusa a “el fin justifica los medios” y el espejo que construye nos refleja disgustado esta barbaridad, nos recuerda su gravedad, nos despierta del sueño anestésico de una sola bofetada para que caigamos en cuenta de nuestra propia perdición. No es algo que se puede comentar mientras se toma café, es algo para sentarse a llorar y no detenerse nunca. Los parámetros de lo atroz están perdidos y “¡Hundan el Belgrano!” es un perfecto recordatorio. La rima quizás nos sirva para distanciarnos creando un efecto Brechtiano que apela a nuestra conciencia. Esto y el tono de la obra hacen que sea representable lo que de otra forma sería una tragedia insostenible y de magnitudes épicas.

Por otro lado nos encontramos con “La secreta vida amorosa de Ofelia”, también en verso. Es una hermosa propuesta sobre la relación entre Hamlet y Ofelia. La violencia en esta pieza tiene otro ritmo, se va construyendo más lentamente y con mucha intensidad. Plantea un amor que poco a poco se envenena por la distancia y los obstáculos. Es interesante como Berkoff plantea a un Hamlet que no rechaza a Ofelia como consecuencia de sus reflexiones y sentido de existencia sino como parte de un plan para seguir estando juntos.

Esta nueva pintura de Hamlet lo humaniza un poco ante los ojos del lector y genera una nueva relación al mejor estilo de “Romeo y Julieta.” Sin embargo esto no cambia en absoluto los reales acontecimientos de la obra original. Igualmente Ofelia se suicida. Hay algo aquí de fatum griego y tragedia. Quizás las motivaciones cambian pero las consecuencias violentas son las mismas, igual conducen al mismo triste fin, tanto la muerte del padre de Ofelia como la muerte de Ofelia misma. No se puede evitar pensar en la “intención” de los personajes. Los efectos se contrarestan y terminamos en las mismas, Hamlet rechaza a Ofelia para proteger su amor en lugar de desde un genuino deseo de separarla de lo que él concibe como su desdichada y marcada exitencia, pero mata al padre de Ofelia intencionalmente y por venganza en lugar de ser un accidente. La pasión inconsumada conduce al Hamlet de Berkoff al asesinato sanguinario y pasional. El efecto es el mismo, pero, ¿en dónde queda Hamlet ahora? Esta es la pregunta.

Otro elemento importante es la referencia de el teatro como arma. Una de las escenas más significativas en “Hamlet” es la representación del asesinato y complot de la madre y el tío contra el rey. Shakespeare reconocía en el teatro a esta fuente de poder conmovedor capaz de arrancar máscaras y denunciar verdades; teatro político. Pero este mismo “teatro” es el que el Hamlet y la Ofelia de Berkoff utilizan para engañar a sus perseguidores. Teatro como mentira, como farsa. Sin embargo las lágrimas de Ofelia son reales. Violencia que ocurre incluso a conciencia de la víctima. La violencia de la palabra. Por más que esa sea su “intención” en un principio, el teatro, nunca puede ser mentira.

La estructura de la pieza no plantea ningún tipo de acción de manera directa. Sólo hay palabra y distancia entre dos seres, cuyo único medio de comunicación verdadera es la correspondencia escrita. La palabra como vida, esperanza, ilusión, placer. El trabajo que realiza Berkoff de exploración de la palabra a través de las metáforas e imagenes es increible. Se manifiesta ampliamente la pasión desenfrenada y la desesperación que sufren Hamlet y Ofelia y esto genera una sensación de violencia. El verso en esta ocasión nos ayuda a sumergirnos en el contexto característico de la obra de Shakespeare para recrear más fielmente a estos personajes, además de aportar un medio de hermosa expresión poética que apoya y da vida al lenguaje de los amantes.

En definitiva, Berkoff, a través de estas dos piezas propone un teatro que hace al lector sentirse vivo, textos que conmueven y denuncian al mismo tiempo. Ambos recrean la sensación de estar viendo a través de una cámara subjetiva la vida de cada uno de los personajes. Nos invita y encierra dentro de estos mundos para tener que, en primera instancia ser testigos y luego participar en cada una de estas terribles batallas. Cada palabra, cada verso, evoca una ametralladora de imágenes y sentimientos en esta lucha que resulta agotadora, terrible y hermosa a la vez; la violencia como ruido, como medio y como mensaje, genera el caos que caracteriza y aturde nuestra propia existencia.

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